Hay grandes diferencias entre el trabajo de unos psicólogos y otros, diferencias que tienen que ver, sobre todo, con la formación del psicólogo, su nivel de dedicación profesional y su experiencia. En este apartado vamos a dar algunas claves del trabajo que realizamos en Senda diferenciando tres aspectos: la planificación de la psicoterapia, las técnicas psicológicas que podemos usar y el proceso que podemos seguir.
Previa cita telefónica, nuestro trabajo comienza con una primera entrevista de carácter informativo y gratuito. En ella nos hacemos cargo del motivo de consulta, lo escuchamos y lo valoramos. En esta primera entrevista acordamos los honorarios de las sesiones y marcamos un primer acercamiento al problema. Después, si la persona está de acuerdo, nos ponemos a trabajar.
En las sesiones iniciales contextualizamos el motivo de consulta, lo situamos en el contexto general de la vida y la historia de la persona. Desde este primer momento suelen aparecer conexiones inesperadas de los síntomas psicológicos con otros ámbitos o situaciones de la vida que antes no se habían relacionado. La cuestión inicial a plantear es “¿qué tengo yo que ver con esto que me está pasando?
Una vez establecido el contexto general, se suele acordar una frecuencia y horario más o menos regular de trabajo. La frecuencia puede mantenerse durante el tiempo que dure el tratamiento o variar en función de la evolución, el momento del proceso y las necesidades de cada tratamiento. Tanto la frecuencia como la duración de una psicoterapia se pueden valorar, pero no generalizar o asegurar. Cada caso y cada situación requerirá su propio proceso.
Una vez acordada la frecuencia y el horario de las citas, el objetivo general de la psicoterapia será utilizar todo el poder que adquiere la palabra para liberar o desahogar las tensiones o vacíos relacionados con los síntomas. Un síntoma psicológico no es otra cosa que la manifestación de palabras silenciadas, o de palabras tan excesivas y pesadas que dejaron heridas que siguen doliendo. Los síntomas nos bloquean como nudos que no dejan circular una cuerda, pero también permiten expulsar la tensión acumulada, como la caldera con exceso de presión que abre una válvula de emergencia para evitar la explosión. La palabras, bien usadas, pueden liberar del síntoma, canalizar esa tensión por otra vía, la del lenguaje que cura, que hace fluir los sentimientos, la creatividad, los deseos... Las palabras pueden establecer puentes, conexiones entre zonas aisladas o bloqueadas en nuestra vida y en nuestra historia. Pero ello requiere un trabajo, un tiempo, un cuestionamiento de nosotros mismos.
Como enseñamos a nuestros alumnos en Educación Secundaria o en la Universidad, un psicólogo puede disponer de diferentes recursos y técnicas específicas para su intervención. Nosotros establecemos un principio general: saber escuchar. Escuchar para facilitar y canalizar la expresión de lo singular, de lo especial de cada persona. Intentamos evitar, por tanto, juicios prematuros o frenos en la expresión del dolor y los sentimientos. Intervenciones del tipo "no llores más" o "eso le pasa a mucha gente" no facilitan tal expresión. Es conveniente poder llorar y no generalizar o comparar los malestares.
No obstante, resultará importante establecer ciertos límites por parte del psicólogo, límites en la duración de la sesión y en la implicación afectiva. Los límites calman y canalizan los afectos que surgen en toda relación psicoterapéutica.
Otras consideraciones generales previas en nuestra psicoterapia podrían ser: abordar lo doloroso con decisión, sin mirar para otro lado; no tener prisa con los silencios; ser cuidadoso con demandas del tipo "tienes que..." o "debes de..." ya que pueden colocar al psicólogo en posición de censor o “amo” y reprimir la autonomía de la persona.
Respecto a las técnicas específicas de intervención psicológica que usamos, podemos establecer cuatro grupos generales. Cada grupo puede integrar diferentes técnicas y, como cada tratamiento es diferente, pueden aplicarse técnicas de diferentes grupos. Lo importante, y lo difícil, es saber aplicarlas en el momento adecuado del proceso. Una técnica puede ser muy beneficiosa en un momento, y no serlo, o incluso ser perjudicial, en otro. Veamos una descripción rápida de los cuatro grupos generales:
Grupo 1º. Técnicas psicológicas de reafirmación personal: apoyo, refuerzo, autocontrol, orientación ante situaciones problemáticas y anticipación de las posibles consecuencias peligrosas de una acto. Este primer grupo va dirigido preferentemente a reafirmar nuestra estabilidad y nuestra personalidad en momentos especialmente críticos, en los que hay un riesgo de desajuste psicológico importante o estamos sin recursos para poder afrontar una realidad dolorosa o peligrosa. Ejemplos concretos serían: enseñar autocontrol y relajación, transmitir cercanía y compañía, reafirmar lo positivo que uno tiene por lo que merece la pena luchar o orientar y aconsejar cuando es el momento.
Grupo 2º. Técnicas psicológicas de clarificación y comprensión. Dirigidas a aclarar, comprender, o descubrir lo particular de nuestra historia y nuestros síntomas. Entender mejor lo que sentimos a partir de nuestro propio relato. Esto implica preguntar y escuchar, preguntar por lo que se piensa o se siente, pedir aclaraciones, ejemplos concretos, sintetizar lo importante, reconocer sentimientos que no han podido ser reconocidos, diferenciar o relacionar temas, momentos o actos de nuestra vida que parecen repetirse...
Grupo 3º. Técnicas psicológicas de cuestionamiento. Se trata de plantear dudas sobre lo que creíamos verdadero o establecido y que tiene que ver con nuestro malestar. Se cuestionan ciertas actitudes, ideas preconcebidas o creencias que a veces nos afectan sin darnos cuenta. Los cuestionamientos pueden derivar en una toma de decisiones importante, o en un cambio de posición ante ciertos sucesos. Permiten profundizar en nosotros mismos y en la forma en que nos relacionamos.
Más allá de las técnicas que el psicólogo puede usar, el proceso temporal de una psicoterapia no es siempre igual, tiene sus fases en función del punto de ubicación del dolor, el malestar o la angustia que padecemos.
¿Hasta cuándo? Cada proceso lo dirá. Conviene acordarlo, preparar ese final y hacer una buena despedida. Conviene acordarlo porque, a veces, los síntomas mejoran muy rápidamente pero, si no hay proceso de cambio real, también muy rápidamente vuelven.
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